Hoy tengo un día realmente gótico.
Es primavera, pero por mi como si se pone a tronar y se inunda media ciudad y se llena de tintoreras y medusas...
Los pájaros cantan y desearía que pusieran en la televisión a modo de loop "El cuervo" en todas sus versiones y "Pájaros"...
Hoy es domingo de ramos y en la iglesia de al lado de mi casa se han pasado la mañana cantando, lo único bueno ha sido cuando han empezado a cantar en latín, pero solo durante un rato...
Y esa gente cantando no han logrado que levantara la cabeza y dejara de llorar... se me ha pasado mientras limpiaba las ventanas... eso sí, la frivolidad de barriada.
Hoy tengo un dia de esos mega-reteque-góticos en los que por si acaso prefiero encerrarme en mi misma y decorarme el ombligo con pedrería que luego dejó sucia para otros adornos. Y he abierto las libretas de los sucesos y me he dicho: Venga que es domingo, hoy toca escribir algo.
Pero estoy tan agotada. Me duelen los oídos y ese odio interno que me fagotiza circula a más de 40 km/h sin duda, para luego quedarse congelado en algún punto entre el pecho y la boca, y allí se retuerce, y duele como hacia meses que no me dolía.
Y me da pena mirar a mi gata y no haberla cogido negra negrísima, en vez de parda, de camuflage. Y me da aún más pena que mi melena empiece a tener esos reflejos rojizos una vez empieza a brillar con más fuerza el sol. Y me da todavía más lástima que la idea densa de la negritud pueda llegar a consolidarse como un consuelo alcanzable; de ponerme las gafas de ver en profundidad el mundo se quedaría negro negrisimo, oscuro y tiznado, sombrío...
Pero no es así.
Así que toda esta negritud me la quedo
y que me devore
porque
otra vez empiezan los gritos
y Oh, como quisiera ser yo quien grita
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