Explico la historia hoy y jamás cuando llego a casa y en la refulgencia de lo que sucede, dejo pasar los días tal vez porque estoy ya tan cansada que solo pido cenar y dormir.
El lunes cuando salí del trabajo decidí volver a casa caminando, a pesar de estar a principios de abril y las noches son todavía frías si te descuidas y caminas con la cabeza erguida. Porque, aunque salgo tarde de trabajar me apetece caminar un rato, hacer la mitad del camino o mucho más, porque si, sin más explicación que posiblemente necesito estirar las piernas y el deporte no es lo mío.
Ya sé que seguramente no debería ir propagando la buena nueva de qué de esta forma tan inconsciente me dedico a caminar casi una hora por Barcelona bien entrada la noche... pero no lo hago todos los días y cuando lo hago siento como un huevecito de estereotipos eclosiona en mi tripita de pre-adolescente: sonrío la mitad del camino, la sangre riega cada capilar de mi piel provocándome cosquillitas y podría ponerme a bailar, pero el pudor me impide hacer algo más que cantar a pleno pulmón esperando a que el semáforo se ponga en verde... así que lo hago al llegar a casa: bailo durante un ratito y luego me voy a dormir.
Cuando camino de noche de vuelta a casa consigo que me convenza que el día que he vivido es en realidad ya parte de un ayer que no trasncurre.El lunes cuando salí del trabajo decidí volver a casa caminando, a pesar de estar a principios de abril y las noches son todavía frías si te descuidas y caminas con la cabeza erguida. Porque, aunque salgo tarde de trabajar me apetece caminar un rato, hacer la mitad del camino o mucho más, porque si, sin más explicación que posiblemente necesito estirar las piernas y el deporte no es lo mío.
Ya sé que seguramente no debería ir propagando la buena nueva de qué de esta forma tan inconsciente me dedico a caminar casi una hora por Barcelona bien entrada la noche... pero no lo hago todos los días y cuando lo hago siento como un huevecito de estereotipos eclosiona en mi tripita de pre-adolescente: sonrío la mitad del camino, la sangre riega cada capilar de mi piel provocándome cosquillitas y podría ponerme a bailar, pero el pudor me impide hacer algo más que cantar a pleno pulmón esperando a que el semáforo se ponga en verde... así que lo hago al llegar a casa: bailo durante un ratito y luego me voy a dormir.
El martes era un día de estos, mejor dicho era una de esas noches en las que vuelvo a casa a buen paso y escuchando Battle for the sun de Placebo o Kasabian e intento así no escuchar las conversaciones de quienes pasan por mi lado; a quienes siempre les evito el tener que esquivarme pues soy yo quien da el primer paso para esquivarlos.
A mitad de camino creo que he metido el tacón de la bota en el hueco de alguna baldosa, y al dar el siguiente paso creo que he vuelto a meter el mismo pie en otro hueco en otra baldosa y pienso: asco de aceras.
Pero... al tercer paso tengo que mirar hacia atras, porque la semana anterior la acera no estaba tan "erosionada", y cuando lo hago veo con cierto asombro que me he dejado el tacón en mitad de la acera. Que voy caminando con una bota rota y que estoy en mitad de la mitad del camino y no tengo ninguna parada de metro cerca y para coger los autobuses para casa tengo que bajar dos calles. Así que, entre risas y con la vergüenza colgándome de ellas, me pongo a caminar con mi bota con tacón y con la otra bota sin tacón, con éste desprendido guardado en el bolsillo de la cazadora y caminando de puntillas con el pie izquierdo, emulando tan bien como podía la altura del tacón para no ir por el mundo, entrada ya la noche, en mitad de Barcelona, como una pobre coja.
Por eso no paso otra vez.
Pensé que estaría bien volver a casa en taxi, pero Murphy es mi ángel de la guarda y obró maravillas, así que no pasó ningún taxi en aproximadamente los 10-15 minutos que estuve caminando con mi tacón fantasma ((no lo hagáis es cansado y encima acabas cogeando igualmente)). Al final desistí y bajé las dos calles que me separaban de la ruta de los autobuses que más cerca de casa me podían dejar y allí estuve esperando, jugueteando con mi tacón, frente a una casa de novias, mirándome en un espejo del escaparate a que pasara mi autobús.
Y faltaba poco para que dieran las doce y yo con mi zapato roto.
...Una vez en casa, fue cuando por primera vez en la noche me dí cuenta de lo mucho que me gustaban esas botas, que menuda lástima tener que tirarlas, que a ver cuánto podría costarme el llevarlas al zapatero... que había tardado una hora y media o más en volver a casa, que vaya tontería volver a casa caminando, que podría pasarme de todo y lo del tacón pues mira hoy Murphy estaba de buenas conmigo, que no puede ser que prosiga mi vida en estos horarios, que necesito un trabajo de 8 a 15h, que no soy mujer de riesgos y no lo parece.
Pero en fin... me gusta volver a casa a pie (menos si llueve) cuando toda esta ciudad está más tranquila y vuelven los que entrenan a basquet en el parque, o lo/as chico/as de las gasolineras. Cuando hago mío eso de "Necesito saber dónde van a parar esas noches// que me pongo a pensar en esta ciudad // En todo lo que tengo que correr para largarme fuera".
Me gusta entonces coger el autobús solo por dos o tres paradas, porque el último tramo que tengo son calles más cortas y doy mucha vuelta; y porque me hace gracia pensar que voy a volver a casa y quién me trae de vuelta es un conductor cloncete/wannabe de Cristiano Ronaldo que se ríe de mi tacón lejano roto, y es por eso que he vuelto a ver fútbol...
Y mañana os cuento que me pasó el martes
2 comentarios:
tal y como lo cuentas, me entran ganas de caminar de noche por las calles de barcelona otra vez, y ver al gigante dormido, si es que duerme alguna vez...
Hace demasiado que no me pasaba por mi propio blog: MAL
gracias por el comentario
de hecho sigo caminando hasta casa de noche, no aprendo... pero es que me gusta
me gusta el asfalto de noche casi frio y olvidado XD
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