Anatema
Quieres matar tus dientes, tus duros crisantemos
quieres dejar la noche en tus piernas quemadas
por no abrir esos brazos cargados de cerrojos.
Quieres morirte virgen en tu caverna blanca
Entre tus aposentos el odio se establece
y maneja cadenas de príncipes dementes
esgrimiendo llanuras sin pastos ni dolores.
Quieres cegar los pozos que en el invierno balan
quieres dejar tu vientre sin ciruelos azules
quieres morirte sola, poblada de rugidos.
Malditos sean tus surcos sin leche y sin arados
malditas son tus tierras sin álamos ni besos
malditas tus heridas, tus canciones si cantas.
Malditas tus miradas, tus plegarias malditas.
Crepúsculos bestiales palpitan en la plata
y golpean los mares, poblando de naranjos
de panteras radiantes y de podridos nidos.
Tu mundo que desprecio, tu piedra mortecina.
Juan Eduardo Cirlot,
En la Llama, 1945
Siempre he sentido que este poema estaba escrito para mí, para alguien que fue como yo... ya que parece, que por desgracia, estoy compuesta de esquejes y esquirlas que se repiten en cada generación... menuda lástima de genes y que la gente se tope con ellos. Deberíamos vivir en las afueras.
Ahora saldré, a caminar, a pasear y a torcerme los tobillos por las aceras de Barcelona, compraré libros y encargaré otros, iré tapiando con ellos mi vida y volverán a pasar los años.
Y lo haré, no porque no me quede otra, sino porque así lo prefiero y más tarde o más adelante ya pondré en orden las exigencias y las apetencias de estos momentos.
... e intentaré no salir corriendo
Quieres matar tus dientes, tus duros crisantemos
quieres dejar la noche en tus piernas quemadas
por no abrir esos brazos cargados de cerrojos.
Quieres morirte virgen en tu caverna blanca
Entre tus aposentos el odio se establece
y maneja cadenas de príncipes dementes
esgrimiendo llanuras sin pastos ni dolores.
Quieres cegar los pozos que en el invierno balan
quieres dejar tu vientre sin ciruelos azules
quieres morirte sola, poblada de rugidos.
Malditos sean tus surcos sin leche y sin arados
malditas son tus tierras sin álamos ni besos
malditas tus heridas, tus canciones si cantas.
Malditas tus miradas, tus plegarias malditas.
Crepúsculos bestiales palpitan en la plata
y golpean los mares, poblando de naranjos
de panteras radiantes y de podridos nidos.
Tu mundo que desprecio, tu piedra mortecina.
Juan Eduardo Cirlot,
En la Llama, 1945
Siempre he sentido que este poema estaba escrito para mí, para alguien que fue como yo... ya que parece, que por desgracia, estoy compuesta de esquejes y esquirlas que se repiten en cada generación... menuda lástima de genes y que la gente se tope con ellos. Deberíamos vivir en las afueras.
Ahora saldré, a caminar, a pasear y a torcerme los tobillos por las aceras de Barcelona, compraré libros y encargaré otros, iré tapiando con ellos mi vida y volverán a pasar los años.
Y lo haré, no porque no me quede otra, sino porque así lo prefiero y más tarde o más adelante ya pondré en orden las exigencias y las apetencias de estos momentos.
... e intentaré no salir corriendo
4 comentarios:
Corre, pero no para huir, sinó para alcanzar las llaves de esos cerrojos.
No hay que irse fuera, hemos de saber vivir aqui. Animo.
Sin embargo, bien es cierto que muchas veces han entrado ganas de dejarlo todo.
Intentar no salir corriendo, tarea difícil esa. Sin embargo, no imposible. Mucha suerte en ello, me gusta tu blog, te sigo :).
Publicar un comentario