Hoy voy a hablar de mi, porque esta entrada lleva tiempo escrita y ha sido releída, modificada, borrada en incontable veces y siempre se ha quedado por publicar. De ahí el socarrón título de la entrada.
Hasta no hace mucho habría empezado a escribir con la siguiente entradilla y coletilla: Quienes me conocen saben que... pero desgraciadamente quienes me conocen ya no saben nada, y el uso gracioso del "desgraciadamente" se debe simplemente por su bonita sonoridad y por nada más. Ya nadie me conoce, quienes compartían días conmigo ya no lo hacen y las causas del porqué son un alud de malos momentos individuales que no deberían afectar (y no lo han hecho) a la colectividad, pero que según lo veo yo nos han mermado, nos han cortado los talones y poco se puede caminar los unos hacia los otros con "estos" pies simbólicos que tiene la vida hechos un cristo.
Me llevo la peor parte, es mi entrada y por eso prefiero cargármelas yo. Desde siempre, desde mucho antes de todo esto *señala a su alrededor tanto cosas materiales como inmateriales, os señala a vosotros también* he tenido muy clara una cosa, o creía tenerla muy clara según como me daba la luz de la mañana: SOY MUY FUERTE y no es baladí.
He crecido con una madre que nunca ha escondido que todos nosotros somos un error, ella demasiado valiosa para nuestros ojos. He crecido con un padre que jamás ha previsto los imprevistos del mañana. He crecido con unas hermanas a las que siempre he relacionado con insectos, a las que quiero y por las que me he llevado todos los bofetones por sortear. Y, he crecido tanto que preferí tener dos espinazos, y tuvieron que estirparme uno de ellos y dejarme con la alegría de la sombra de una parálisis para el resto de mi vida. He crecido, como arraigada en un huerto sin abono, sencillamente pobre, de patatas arenosas. ¿La crisis? Qué Crisis, si siempre hemos estado igual...
Desde los 15 tengo la certeza que me tendré que hacer cargo de una de mis hermanas para "los restos" porque así son este tipo de enfermedades, para toda la vida; y es que ahora todos vivimos tanto y tan bien que ya veis. Y no lo sabéis, no lo podéis saber, qué es y cuánto significa cada maldito día. Porque nuestra vida (atentos al símil) es como la vida en y dentro de una guerra cualquiera: hay días en los que los cielos son claros, no hay alarmas ni columnas de fuego en los ojos de los demás y entonces el silbido de una bala atraviesa por las ventanas, recorre los pasillos e impacta contra una estantería, contra el marco de las fotos que nunca hemos tenido expuestas (Oh aquella vacaciones) -así es siempre- y todo estalla.
Y aún así, me grapo y he grapado caretas de papel maché de cientos de colores. Os he conocido y os he querido, envidiado y compadecido cuando todo os iba mal, cuando siempre he visto muy claramente como se podían solucionar vuestras desgracias (llamadme lo que queráis en este punto pero siempre ha sido así). Echadme en cara eso si que no os haya detallado mis planes perfectos para cada uno de vosotros. Me he "escapado" literalmente de casa para ir a veros y quedarme una tarde, una noche con vosotros, riendo y haciendo cosas que no debería hacer con 20 sino con 15, pero es que a los 15 yo toqué con los pies en el suelo. A veces, miento, casi siempre digo que vivo mi vida al revés, haciendo cosas que no me pertocan a edades que no corresponden; pero eso eran antes... todo esto se termino en 2007. Por ahora, según como me da la luz de la mañana tengo la dulce certeza que cuando cumpla los treinta empezaré a ser feliz.
El caso es que lo he hecho y he pretendido ser igual a muchos, pero ya sabéis que este tipo de escapartorias y artimañas no resultan jamás, que al volver a casa y a pesar de toda la diversión volvemos a estar tan "lo que sea" como antes. Me hago una idea de vuestras vidas una vez cerráis la puerta y espero que os hayáis hecho una idea de la mía una vez dejaba vuestras casas. La empatía siempre resulta que es una de las virtudes que más gente cultiva y que más pocos cosechan. Hay veces en las que me enroscon bajo las sabanas pensando en las veces en las que pudimos enfadarnos de tal modo que se rompiera todo, en las veces y en lo cerca que hemos estado de ser algo más, en las veces y en lo cerca que hemos estado de emprender algo serio y grande (empresas, quimeras varias, enlaces con otros mundos)... sobretodo en las veces y en lo cerca que hemos llegado a estar los unos de los otros. Y entonces me duermo, generalmente pensando en las veces que pudimos ser amantes. Os quiero tanto.
A mi me falta esa empatía de la que os he hablado, he crecido en el huerto seco y por ende soy una bicha seca y áspera, pero resulta que hay por ahí tipos y tipas con visión de rayos X que me han dicho que mi tallo rezuma savia dulce. Y he tenido el descaro de arrebujarlos bajo mis alas y luego no darles más cobijo. Y, aunque así sea, no me va a ayudar en nada, así que hagamos ver que desconocemos todos este mínimo detalle sobre mí, suficiente tengo.
Esta mañana he dictado entre sueños esta entrada y me he puesto a llorar. Será la gripe; será que la fiebre no baja; será que vivo constantemente con un nudo a medio hacer y deshacer en la garganta; será que me he puesto a mirar bolsas de trabajo en la otra punta de España, que he estado a punto de llamaros a dos para preguntaros si sabéis de alguien que necesite compañera de piso, porque soy pequeñita y estoy dispuesta a dejar mis libros en casa (fijaos a que punto llego). Porque el inicio de año ha sido terrible: por la fiebre, por la enfermedad de mi hermana, por la deslumbrante entrada a lo grande en Plan Molino de mi madre y su anorexia y sus "me quedo en cama a morirme", porque a esta familia no le falta de nada y es que hasta tenemos un abuelo senil que se va de casa sin documentación con la pretensión de matar a sus vecinos... porque la sanidad social y los asistentes sociales son criaturas impías que gozan dando largas (y eso lo digo yo que se de lo que me hablo por mi cualidad de impía, de dar largas y de haber visto centenares de veces la misma mirada). Porque en el fondo lo estáis viendo: la locura cabalga desbocada por nuestras venas y hago todo lo posible para y por mantenerla a raya.
(Y no sabéis cuanto molesta leer sobre otros personajes que han tenido este mismo miedo, que han vivido esta misma vida)
A todo esto, cuando abro la boca temo que solo salga un sollozo a medio camino entre la osa y vaca. Y si logro decir algo que no sea ese bramido seco, sólo hablo del trabajo porque es un mal, con el que puedo, pues no es el peor ni el mayor. Por eso callo, prácticamente todos los días, por eso hago ver que mi vida se ha quedado suspendida entre dos escalones: trabajo y máster. Porque porque hay amigos, conocidos, grandes afinidades, gente con la que reír y salir, pero amigos a los que ir a sus casas para llorar... no y no los debería haber. Y soy consciente que lo pasáis mal, que las mismas penurias y las mismas rachas de mala suerte, pero creo haber visto a lo largo de los años que vosotros al contrario que yo no cargáis con ese par de bultos extra que llevo yo desde los 11-15, desde mucho antes de conocernos y de tener todo esto *señala a su alrededor, a lo material y a lo inmaterial*. Cuando nos conocimos siempre decía: que en la vida hay un punto de inflexión que sólo se da cuando nos subyugamos al poder del ombligo, quedándonos atrapados en él (ergo en nosotros mismos). No es que por entonces me poseyera el espíritu de algún hippie consumado sino que al entrar en la universidad me di cuenta (cayó la venda) que en realidad sois (el resto, yo no) muy, muy egoístas. En mi caso únicamente soy egoísta sin adverbios cuantitativos por delante.
Tengo otro gran defecto: soy bastante mala con los idiomas, tal vez y cumpliendo con la regla establecida en mi vida no lo sea tanto como creo que lo soy. (¿Autoestima?). Sino fuera así... pero lo es y sé que debería lanzarme con el inglés y perfeccionar mis conocimientos de francés e irme. No porque este país sea una porquería, porque nos intervengan en marzo lo más seguro o porque no me vayan a subir el sueldo por tercer año consecutivo o porque esté cansada de no verme reflejada en ninguna superficie pulimentada, sino porque creo que ya no soy yo quien se nutre del suelo seco de este huerto, sino que es él el que se alimenta de mí.
¿Qué pretendo decir con todo esto? Nada, porque pediros tiempo ya no da resultado
Sé que nadie ha pedido una explicación, no almenos esta, pero ahí la dejo para que la lea quien quiera leerla, porque ni vosotros mismos sabéis quienes sois, porque hay tantos otros más que no sabran nunca de esto *señala el momento actual*
Porque la vida es sucia bajo las estrellas*
*Mao Boy (Indochine)